Diálogo
Te hablaba del jarrón azul de loza,
de un libro que me habían regalado,
de las Islas Niponas, de un ahorcado,
te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.
Me hablabas de los pampas grass con plumas,
de un pueblo donde no quedaba gente,
de las vías cruzadas por un puente,
de la crueldad de los que matan pumas.
Te hablaba de una larga cabalgata,
de los baños de mar, de las alturas,
de alguna flor, de algunas escrituras,
de un ojo en un exvoto de hojalata.
Me hablabas de una fábrica de espejos,
de las calles más íntimas de Almagro,
de muertes, de la muerte de Meleagro.
No sé por qué nos íbamos tan lejos.
Temíamos caer violentamente
en el silencio como en un abismo
y nos mirábamos con laconismo
como armados guerreros frente a frente.
Te hablaba del jarrón azul de loza,
de un libro que me habían regalado,
de las Islas Niponas, de un ahorcado,
te hablaba, qué sé yo, de cualquier cosa.
Me hablabas de los pampas grass con plumas,
de un pueblo donde no quedaba gente,
de las vías cruzadas por un puente,
de la crueldad de los que matan pumas.
Te hablaba de una larga cabalgata,
de los baños de mar, de las alturas,
de alguna flor, de algunas escrituras,
de un ojo en un exvoto de hojalata.
Me hablabas de una fábrica de espejos,
de las calles más íntimas de Almagro,
de muertes, de la muerte de Meleagro.
No sé por qué nos íbamos tan lejos.
Temíamos caer violentamente
en el silencio como en un abismo
y nos mirábamos con laconismo
como armados guerreros frente a frente.
Y mientras proseguían
los catálogos
de largas, toscas enumeraciones,
hablábamos con muchas perfecciones
no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.
de largas, toscas enumeraciones,
hablábamos con muchas perfecciones
no sé en qué aviesos, simultáneos diálogos.
Silvina Ocampo, Nació en Buenos Aires en 1903. Desde pequeña estudió pintura y
mostró inclinación hacia la poesía, gracias a la marcada tradición
cultural de su familia y a la trayectoria de su hermana Victoria Ocampo,
quien la vinculó al mundo literario. A través de Jorge Luis Borges con quien la unió una gran amistad, conoció a su marido, el escritor Adolfo Bioy Casares. Su poesía puede definirse como cercana a las líneas del clasicismo:
“Enumeración de la patria” (1942), “Espacios métricos” publicada en
1945, y por el que obtuvo el Premio Municipal en 1954, “Los sonetos del
jardín” (1946), “Poemas de amor desesperado” (1949), “Los nombres”
(1953), por el cual se le concedió el segundo premio nacional de poesía,
“Lo amargo por dulce” (1962), que la consagró con el Premio Nacional de
poesía, y “Amarillo celeste”. En sus relatos, mezcló fantasmas y monstruos, propios de la
literatura fantástica con personajes cotidianos: “Autobiografía de
Irene” (1948), “La furia” (1959), “Las invitadas” (1961), “Y así
sucesivamente”(1987) y “Cornelia ante el espejo”(1988), que obtuvo el
Premio del Club de los 13. Escribió obras en colaboración con Bioy Casares, “Los que aman odian” (1946), con Bioy Casares y Jorge
Luis Borges, “Antologías de la literatura fantástica y de la poesía
argentina”, y con Juan Rodolfo Wilcock, “Los traidores” (1956). Entre sus antologías cabe citar: “Pequeña Antología” (1954), “El
pecado mortal” (1966)e “Informe del cielo y del infierno” (1970). Escribió también cuentos infantiles: “El cofre volante” (1974), “El
tobogán” (1975), “El caballo alado” (1976), “La naranja maravillosa”
(1977), y “Canto Escolar” (1979). Murió en Buenos Aires en 1994.
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